(Para mi amigo Navia)
Era tan vieja aquella casa que en una luminosa
mañana de verano el sol no la doraba, le pasaba por la fachada un paño
humedecido de plata. A esa hora de la siesta el silencio en la aldea era
absoluto. El sonido del disparador de mi cámara rebotaba
en las vigas de madera y los voladizos de la callejuela estrecha. Debió
de ser ese ruido el que hizo sacar la cabeza por aquel ventanuco a una
señora con un pañuelo negro anudado tras la nuca y el rostro corroído de
surcos como si en vez de muchos años tuviese la lepra.
Le di
las buenas tardes y señalando a la cámara le pregunté si podía
fotografiarla. Ella o no entendió lo que decía o no lo oyó o no
consideró necesario responder. Mientras le tiraba unas cuantas fotos,
acercó una mano a la boca, como si yo estuviese a cien metros de allí,
encaramado en la loma que dominaba el pueblo.
- ¿Viene usted a ver a la Moza de Ánimas?
Sabía a lo que se refería porque una de las guías con las que viajaba
hacía mención a esa figura, aún viva en aquella aldea: una mujer que
salía todas las tardes, poco antes de que cayese el sol, a tañer una
campana por las callejas empedradas, para llamar a la oración por el
alma de todos los difuntos. Aún faltaban unas cuantas horas para que la
Moza de Ánimas emprendiese su recorrido por el lugar, volteando su
campana fúnebre. De haber dispuesto de más tiempo, no me habría
importado quedarme hasta entonces para asistir al paso de la llamadora
de las almas. Sin embargo mis planes eran otros, tenía previsto seguir
recorriendo el pueblo durante un rato y salir con la intención de hacer
noche al otro lado de la raya, ya en Portugal.
La mujeruca volvió a acercar la mano a los labios y a estirar el pescuezo hacia la calle.
- Porque si viene usted a verla, tarde llega, señor, que la pobre ayer
mismo, sobre estas horas, le entregó el alma a Dios y hoy a las cinco la
entierran. En cuarenta y dos años, que son los que estuvo la pobre
llamando a difuntos, sin faltar una tarde, hoy van a ser las primeras
vísperas en que no haya Moza de Ánimas en La Alberca...Mire usted, si es
mala suerte la suya...
Tuve la tentación de responderle que
para suerte mala la de la pobre señora de la campana, porque lo mío
tendría remedio en otra ocasión que visitase La Alberca. Me interesé, en
cambio, por la situación de desamparo en la que iban a quedarse hoy las
ánimas de la parroquia sin la llamada a la oración por su eterno
descanso de su fiel servidora.
- Ella rogará por todos desde el
cielo -contestó la vieja-, no se preocupe usted, que nuestro Señor lo
tiene todo bien dispuesto. Hoy mismo, tras el entierro, habrá Junta de
Ánimas y se escogerá a la vecina que la sustituya para que mañana mismo
ya salga a recorrer La Alberca con la campana. Si se queda en el pueblo,
mañana tendrá usted ocasión de ver a la Moza de Ánimas y ya vería cómo
se le pone la carne de gallina, como a todos los de fuera que nos
visitan, que no hay cosa más bonita ni que emocione más en toda la
provincia de Salamanca. Se lo digo porque una sobrina mía, tiene aquí
mismo al lado, una fonda de turismo rural y si le dice que va de mi
parte, le cobra lo mismo que en temporada baja...De verdad que merece la
pena ver a la Moza de Ánimas, se le pondría la carne de gallina...
A pesar de la luminosidad del día, de la benéfica temperatura que se
disfrutaba a la sombra de aquella calleja, de la amable y detallada
información de la señora, en ese momento, a mí mismo se me estaba
empezando a poner la piel de gallina. Rehusé la invitación de mi
informante, agradeciéndole todos sus detalles y me despedí de ella.
- No se preocupe, ya habrá ocasión de escuchar y ver a la Moza de
Ánimas algún día... Siempre va haber ocasión... Para hoy, tenía otros
planes...
Sem comentários:
Enviar um comentário