Sobre
el portalón de la vieja escuela, en el centro de la fachada de
la que había sido vivienda del maestro, aún se
distinguía en la placa comida por el óxido el escudo de
la República y el rótulo del Ministerio de Instrucción.
El paisano que nos abrió la puerta no sabía explicarse
cómo había podido sobrevivir aquel recordatorio de una
de les principales prioridades del segundo régimen
republicano. Tal vez estaba demasiado alto para que alguien se
subiese en una escalera a arrancarlo y desde las ventanas de la casa
del maestro tampoco parecía una tarea fácil.
La
escuela había seguido abierta hasta finales de los años
sesenta del siglo pasado. Cuándo le preguntamos al paisano
cómo recordaba él la manera en la que se produjo el
cese de la actividad educativa en el local, sonrió con
amargura. Lo relataba como un auténtico cuento de terror:
-Primero
se llevaron el encerado. Luego los libros. Más tarde al
maestro y al final, también a los nenos.
Sem comentários:
Enviar um comentário