Se
habían citado, como todos los jueves, al comienzo del Paseo de
Begoña, justo enfrente de donde estuvo el cine Goya y al lado
del antiguo cuartel de la Policía Armada.
El
primero en llegar fue Charly, gracias a la potencia motora de su
carrito de cuatro ruedas. Cinco minutos más tarde, apareció
Che, doblando la esquina de los Carmelitas, con su boina barojiana y
apoyándose en “las gogós”, como había
bautizado con cierto sentido del humor a sus inseparables muletas.
-Ya
era hora -lo saludó Charly-. ¿Estuviste de copas con
tus “gogós”, o qué?-
-
¡Mira el listo! -repuso Ché-. ¡Claro, como el
señor viene en su “cochecito”..!.
Sonrieron
los dos, intentando algo parecido a un abrazo.
-
Ya ves, amigo Che. Si hace casi medio siglo, cuando vimos juntos ahí
en el Goya, el filme de Ferreri, me hubiesen dicho que yo iba a
acabar circulando en un “cochecito”...
-
¡Y todavía te quejas! No ves que el mundo sigue igual
de mal repartido que entonces, amigo Charly...En tu condición
actual de mutilado de una pierna deberías circular con mis
“gogós” y yo, con estas ancas que arrastro, con gran
trabajo, debería poder ir plácidamente sentado en tu
“cochecito”.
Se
rieron, mostrando unas dentaduras tan precarias como sus últimos
destinos.
-
¡Qué mala leche tienes! No me extraña que
siempre te hayas dedicado a la crítica...
-
Claro, amigo Charly...Y tu a la glosa...¿O sigues
pretendiendo llamarlo ensayo?
El
glosador-ensayista le dirigió una aviesa mirada a su
compañero de fatigas. Luego sonrió. Siempre era así.
Se saludaban con unas pocas puyitas y a continuación, con el
entusiasmo de los niños que cambian cromos, se informaban
mutuamente del último artículo que habían
logrado colocar en la revista tal o cual, publicaciones que sólo
ellos conocían y alguno como ellos.
Avanzaron
lentamente hacia el Café Dindurra. Habían estado
recorriendo ese camino, con la misma morosidad, todos los jueves
desde hacía casi cincuenta años. Ni aún cuando
ambos se valían de sus propias piernas para recorrer ese
trecho habían condescendido nunca a la prisa. Era una
posición más moral, que vital, -habían
reflexionado-, la misma que manifestaban en sus respectivas carreras
literarias como articulistas de publicaciones difusas y lejanas. Se
lo habían repetido muchas veces, consolándose el uno
al otro: “Lo nuestro es una carrera de fondo” .
Ya
en el Café. Ante sendas tazas de chocolate y un platito con
cuatro churros sin azúcar. Charly le preguntó a Che:
-
Oye ¿tú crees que somos unos fracasados?
A
Che, de la risa, se le cayó su media dentadura postiza en el
chocolate.
Con
un trozo de churro que no siguió el mismo camino que la
prótesis y aún se mantenía batiéndosele
en el paladar dijo:
-
¡Fdacasadod de qdué! ¿Tu no dtiened tu
“codchecidto” y yo mid “gogod”!
Charly
asintió con gesto grave.
- Sí,
lo hemos dicho muchas veces: es una postura más que vital,
moral, querido Che. Anda, vuelve a colocarte la dentadura, que se
nos va a enfriar el chocolate.
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