the waste land
En
la tierra de X., en aquel tiempo, la gente, por pobreza de bienes
transcendida también a sus espíritus, había
perdido la costumbre de la ironía. Un viajero que había
abandonado X., siendo joven -como tantos lo fueron haciendo...- al
regresar, después de muchos años, intentaba ser irónico
con sus paisanos por amabilidad y todos pensaban que hablaba
completamente en serio.
Cada ironía suya era tomada por las
gentes de X. como una grosería o como la impertinencia de un
extraño que se debía creer con derecho a ofender a los
nativos. Decía, no sé, la cosa más inocente, un
día en el que echaba agua del cielo desde la mañana a
la noche: "¡Parece que tenemos buen tiempo!" y las
gentes de X., que estaban que los llevaba el demonio porque no podían
recoger la hierba, se le quedaban mirando con lanzallamas en los
ojos...Ni siquiera entre los más viejos había uno que
le respondiese, qué se yo: "¡Sí, hom, ta tan
bono que namás nos faltaba que viniera un señoritu a
pisanos la pación agora que tamos pa segalo!".
El retornado
no entendía nada. Probó con ironías aún
más inocentes, refiriéndose a un niño recién
nacido, a unos pájaros que piaban, al canto del agua de una
fuente... El resultado fue aún peor. Los habitantes de X.
acabaron mirándole con tal hostilidad que se vio impelido a
abandonar precipitadamente el lugar, no sin cierta tristeza.
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