En la noche del sábado Amor y Sexo habían ido a tomar unas copas al bar de su amigo Deseo. Amor bebía whisky con hielo y Sexo un gin-tonic.
- Estoy desesperado -dijo Sexo-. Llevo sin acostarme con nadie desde el último sábado.
- Seguro que ligaste en mi bar -intervino Deseo.
- ¿Cómo lo sabes? -repuso Sexo-. ¿No estarías mirando?
Deseo sonrió, pasando la bayeta por la barra niquelada.
- ¿Y a tí qué tal te va, amigo Amor, que no dices nada? -preguntó.
Amor bebió un trago lento de su vaso.
- Yo el último sábado, también aquí, me encontré con unos ojos y una voz ronca que todavía me tienen noqueado.
- ¿Te acostaste con ella, no? -inquirió Sexo.
Amor hizo bailar el hielo en el whisky de su vaso.
- Aunque te parezca increíble ni siquiera lo intenté. Estuvimos un rato hablando y acabamos desayunando en la cafetería de la estación. Luego la acompañé a casa.
- ¿La acompañaste a casa? -replicó Sexo- ¿Después de estar toda la noche con ella, sólo la acompañaste a casa?
Deseo aclaró la bayeta, se secó las manos y les dirigió una sonrisa maliciosa.
- Disculpadme, pero tengo trabajo.
Mientras Sexo y Amor discutían, Deseo se fue al otro extremo de la barra donde acababan de llegar tres chicas. Discretamente esperó a que hicieran un aparte en su animada conversación antes de darles las buenas noches y preguntarles qué iban a tomar.
- ¡Ay, chicas, estos tacones me están destrozando los pies! ¡No os podéis imaginar la tortura que estoy pasando! -dijo, la más delgada.
- Dolores, hija...Ya está bien de los malditos tacones...Me estás empezando a crear ansiedad, me contagias el malestar...Estoy empezando a sentirme mal yo también...Por favor...
Dolores le dedicó un mohín de fastido.
- ¡Ay, Angustias! ¡Tu siempre dando ánimos! La verdad es que da gusto salir contigo...
La tercera de las chicas sonreía, contemplando a sus compañeras. De pronto dirigió la sonrisa y la mirada hacia Deseo, que simulaba ordenar las botellas del frigorífico de la barra.
- ¡Basta de quejas! -casi gritó, batiendo las palmas de las manos- En este mundo no hay nada que no tenga solución y en una noche de sábado se sale a divertirse y a olvidar los problemas. Y a tomar unas copas ¿o no? -dedicó un guiño travieso a sus amigas-. A ver ¿qué váis a tomar?
Deseo agradeció la ayuda de la chica devolviéndole una sonrisa.
- ¡Ay, Remedios! -dijo Dolores-. Parece que tú nunca tengas problemas...
- Sí, Dolores -añadió Angustias-, Remedios es así...Tiene solución para todo...Ya sabes cómo es...
Deseo volvió a simular que ordenaba las botellas del frigorífico.
- ¡Basta de reproches! -casi gritó, de nuevo, Remedios, sin dejar de sonreir en ningún momento-. ¡Estamos aquí para divertirnos! Es sábado por la noche, estamos en un bar agradable y con buena música, lleno de chicos guapos...¡O me decís lo que váis a tomar o pido yo por las tres!
Angustias y Dolores percibieron en la mirada franca de su amiga un brillo glacial que se asemejaba bastante al de la irritación. Pidieron sus consumiciones. Angustias pidió un dedal de licor de frutas y Dolores otro de manzana verde. Remedios una cerveza.
- ¡Estos tacones! -dijo Dolores- ¡Me están matando!
- ¡Hija, por favor, ya está bien...! -suspiró Angustias-. Me estás agobiando...me deprimes...Y mira para estar así, mejor te hubieses quedado en casa con tu querida hermana, Soledad, ¡otra que tal baila! La verdad es que sois tal para cual...
Remedios llevó a los labios la botella de cerveza, picoteó con la punta de sus zapatos los de sus amigas.
- Creo que Soledad no se quedó en casa -dijo, con un guiño de complicidad-. No miréis con descaro...Ahí la tenéis, en el medio de la barra...y por lo que se ve, bastante bien acompañada...
Dolores y Angustias concentraron su atención en el lugar indicado por Remedios. Allí estaba Soledad con una pajita en los labios, sorbiendo en una copa de cóctel, entre dos musculosos chicos, que aparentaban querer comérsela con los ojos. Desde allí no podían escuchar la conversación y se habrían muerto las tres por escucharla. Enviadiaron al barman, Deseo, que pasaba la bayeta por la barra justo donde estaban los dos musculosos con Soledad.
- Yo me llamo Soledad -oyó Deseo-. Pero podéis llamarme Sole...
- Yo soy Modesto -dijo el más musculoso- y puedes llamarme así, aunque mis amigos me llaman Flecha...
- ¿Flecha? -Soledad sonrió, dejando asomar un par de hoyuelos a ambos lados de los labios-. Yo tuve un perro que se llamaba así...¿Por qué te llaman Flecha?
- Porque soy rápido y siempre doy en la diana -contestó Modesto.
Soledad sonrió. Volvió a sorber de la pajita.
- Y tú ¿cómo te llamas o cómo te llaman? -preguntó al otro.
- Generoso. Los amigos me llaman Gene. Tú puedes llamarme como quieras...
- Espero que no lo tomes como una grosería -dijo Modesto-, pero me llaman Flecha también porque donde me interesa...siempre la clavo...
- Muy original -respondió Soledad-. A mi me gustan los hombres originales, ocurrentes, imaginativos...Desgraciadamente no abundan y así me va...
Sorbió de la pajita y miró a los dos musculosos con una mirada que sólo supo interpretar, cómplice y discreto, Deseo.
- ...Salgo de noche, me tomo unas copas, busco a alguien que me haga saltar la chispa...y acabo volviendo a casa borracha, triste, sola...
Modesto le guiñó un ojo a Generoso. Apoyó las manos en la barra del bar y acercó la boca al oído de Soledad.
- Tú lo que necesitas es un hombre de verdad...Alguien que te haga volar....Alguien como yo....
Generoso también se acercó a Modesto y a Soledad. Esbozó una sonrisa beatífica.
- No soy celoso. Podemos hacer un trío...
Deseo, que hacía como que andaba a lo suyo y no escuchaba, se sonrió.
Transcurrió la noche sin mayores sobresaltos en el bar de Deseo. Al final, justo cuando ya estaba a punto de cerrar, quedaban allí cuatro o cincos sujetos no identificados, Soledad, Dolores, Amor y Sexo. Angustias se había ido depués de pedir la segunda copa, porque no se encontraba muy bien y Remedios acababa de abandonar el local abrazada a un amigo de los dos musculosos, que llegó a última hora y además de musculoso de gimnasio, tenía conversación.
Deseo recogía los vasos y las botellas abandonados por todos los rincones del bar, mientras escuchaba el diálogo heteróclito de los últimos clientes.
- Tus ojos me recuerdan las noches de verano... -le decía Amor a Dolores- blandiendo con cierta confusión el vaso de whisky.
- No lo dudo -le respondía Dolores, molesta por los zapatos de tacón y sin mucho entusiasmo por continuar la velada-. Pero creo que me voy a casa, me duele la cabeza...
A su lado, Soledad y Sexo se decían cosas al oído, cada vez más cerca.
En uno de esos mensajes íntimos Soledad le dijo a Sexo:
- Olvídate de Amor y Dolores, entre ellos se arreglen. Déjame que esta noche te haga compañia...
-
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