quarta-feira, 17 de outubro de 2012

un palacio lleno de ortigas


Lo encontré hace más o menos un año en Sevilla, mendigaba de mesa en mesa por las terrazas del barrio de Santa Cruz.
Era asturiano, por el acento, de algún lugar del Occidente. Tenía su particular estrategia comercial, ocurrente y agresiva:

- O me da usted un euro o le canto una canción.

Le funcionaba. En las mesas cercanas a la nuestra lo vi recoger por lo menos diez euros en un momento.

No era joven. La barba canosa y rala le colgaba de la barbilla como si se la hubiese pegado apresuradamente antes de salir a actuar en el teatro de la vida.

- En Asturias tengo un palacio -nos dijo, a modo de presentación-, aqui vivo entre unos cartones debajo del puente de Triana.

Lo miramos admirados. Su amenaza provocó alguna sonrisa esquinada entre los que me acompañaban. Uno de ellos le acercó un canastillo con esos picos de pan que se sirven por el Sur con las tapas de jamón. 

- Muchas gracias -respondió el mendigo-, pero sólo como pan Bimbo. Tengo piorrea.

Y antes de que nos mostrase la dentadura, otro de los que estaban allí le alargó un par de monedas. Yo también le di lo que tenía suelto en el bolsillo, más que por solidaridad con el paisano infortunado o por la amenaza, en agradecimiento a la ocurrencia del pan Bimbo.

Tomó las monedas con indiferencia, igual que lo había visto hacer antes en las mesas contiguas. Nos dio las buenas noches y mientras se iba a la siguiente mesa repitió:

- Yo en Asturias tengo un palacio...

Y entre dientes, entre aquellos dientes, seguramente escasos y maltrechos por la piorrea añadió:

- ...lleno de ortigas...

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