domingo, 14 de julho de 2013

casa deshabitada

A veces, al pasar frente a una casa deshabitada tenemos la impresión de que podríamos reconstruir el momento en el que la abandonaron sus últimos moradores: el postigo que se cierra para siempre en las manos de alguien que lleva una maleta o la puerta que olvidaron entreabierta los que salieron de la casa llevando un ataúd sobre los hombros.

En esta de Guarda, en Portugal, parece que todos sus habitantes huyeron de forma apresurada, unos lanzándose desde las ventanas, otros arrojándose por el balcón, deslizándose los más jóvenes agarrados a los cortinajes.

El tiempo, arquitecto y destructor, recuerda Marguerite Yourcenar en una de sus admirables misceláneas de artículos y ensayos. En ocasiones es también un extraordinario escenógrafo de sus propios dramas.

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