segunda-feira, 1 de outubro de 2012

the waste land

En la tierra de X., en aquel tiempo, la gente, por pobreza de bienes transcendida también a sus espíritus, había perdido la costumbre de la ironía. Un viajero que había abandonado X., siendo joven -como tantos lo fueron haciendo...- al regresar, después de muchos años, intentaba ser irónico con sus paisanos por amabilidad y todos pensaban que hablaba completamente en serio. 
Cada ironía suya era tomada por las gentes de X. como una grosería o como la impertinencia de un extraño que se debía creer con derecho a ofender a los nativos. Decía, no sé, la cosa más inocente, un día en el que echaba agua del cielo desde la mañana a la noche: "¡Parece que tenemos buen tiempo!" y las gentes de X., que estaban que los llevaba el demonio porque no podían recoger la hierba, se le quedaban mirando con lanzallamas en los ojos...Ni siquiera entre los más viejos había uno que le respondiese, qué se yo: "¡Sí, hom, ta tan bono que namás nos faltaba que viniera un señoritu a pisanos la pación agora que tamos pa segalo!". 
El retornado no entendía nada. Probó con ironías aún más inocentes, refiriéndose a un niño recién nacido, a unos pájaros que piaban, al canto del agua de una fuente... El resultado fue aún peor. Los habitantes de X. acabaron mirándole con tal hostilidad que se vio impelido a abandonar precipitadamente el lugar, no sin cierta tristeza.

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